LA ROPA INTERIOR COMO LIBERADORA DE DOPAMINA

Indudablemente, atravesar por un periodo inquietante a nivel global (marcado por una pandemia y por momentos de incertidumbre política y económica), tiene efectos en nuestro estado emocional al hacernos experimentar sensaciones de tensión y desasosiego. Es por ello que la coyuntura nos ha llevado a buscar experiencias deleitables, refugiándonos en elementos y rituales que nos producen confort y nos ayudan a segregar hormonas como la dopamina, un neurotransmisor que actúa en nuestro cerebro produciendo la tan anhelada sensación de placer. Y es aquí donde entra nuestro tema favorito: la ropa interior, la cual se enuncia, principalmente, a partir del universo histórico de las mujeres, evidenciando el profundo vínculo que han tenido estas con este elemento que ha estado presente, sobre todo, en los recintos domésticos donde las mujeres de otras épocas pasaron la mayor parte de su tiempo. Hoy en día, la lencería guarda mucha relación no solo con cómo viste nuestros cuerpos, sino con cómo nos ayuda a empoderarnos de ellos y a sentirnos a gusto, vista la ropa interior como una fuente liberadora de dopamina inscrita en la cotidianidad.

 

 

LO FEMENINO, LO ÍNTIMO Y EL PLACER DE LA ROPA INTERIOR


El vínculo entre las mujeres y la ropa interior se remonta a varias décadas atrás. Al dar un pequeño vistazo hacia el pasado, observamos cómo en los espacios del hogar las mujeres de clase alta, primordialmente, disfrutaban de actividades manuales como el bordado, la pintura, la música y hasta la jardinería. En siglos pasados, era socialmente inaceptable que una mujer pasara el rato en lugares públicos, así que estas ejercieron su creatividad en espacios cerrados por medio de la moda y la decoración. En el siglo XXI, paradójicamente, volvimos a darle preponderancia a los hogares, donde muchos, después de la pandemia, los hemos convertido en espacios de bienestar, recreación, trabajo y de ejercicio físico. 


Es así como, en ambas épocas, el estar en la casa por tanto tiempo sin posibilidad de salir al “mundo exterior” hizo que el deseo de experimentar con la moda y los estilos floreciera, inspirándonos, en la actualidad, a buscar bienestar emocional y comodidad. La moda, de hecho, fue notada como un instrumento que permite expresar nuestra personalidad y hacer más ameno el existir. Ciertamente, la moda nos ayuda a sentirnos bien ya que nos deja expresarnos a través de la creatividad, lo cual nos ayuda a liberar la ya mencionada dopamina. 


Y es que, al hacer actividades placenteras, como la moda, nuestros cuerpos liberan esta sustancia y sentimos placer, lo que nos lleva a seguir repitiendo el comportamiento que nos brinda esta sensación. Esto funciona especialmente cuando usamos prendas específicas que cargan un valor simbólico personal. Por ejemplo, una prenda heredada de nuestra abuela, un suvenir que compramos en un viaje o una prenda que nos dé seguridad. 


LA TEORÍA DE LA COGNICIÓN VESTIDA 


La teoría de la cognición vestida, o enclothed cognition theory, tiene mucha cabida en todo esto que mencionamos, ya que esta nos enseña que las cualidades que asociamos con prendas de vestir específicas son muy poderosas, en el sentido que cuando usamos esas prendas, las asociaciones tienen el poder de cambiar la forma en la que nos sentimos y actuamos. Tras casi tres años usando sudaderas y prendas sueltas, surgió un añoro por la nostalgia, donde la ropa restringida y accesorios elegantes como los corsets han vuelto a cobrar relevancia.  


En cuanto a la ropa interior, al estar tan pegada a nuestro cuerpo, esta se convierte en una segunda piel que enmarca nuestra identidad. De hecho, científicos han recomendado el uso de prendas que hormen y aprieten levemente el cuerpo (claramente sin llevarlo al extremo), puesto que esta sensación tiene efectos terapéuticos cuando estamos de bajos ánimos. También se ha sugerido, de acuerdo a estos estudios, que optar por prendas oversized cuando nos sentimos tristes puede resultar contraproducente, ya que puede hacernos sentir aún más tristes. Es por esto que evocar épocas como la era de la regencia (piensa en Bridgerton, Orgullo & Prejuicio y Emma) tiene todo el sentido para nuestro actual clima cultural.  

 

UNA SEGUNDA PIEL 


Sin duda, la relación que tiene la ropa interior con lo femenino la convierte en un terreno familiar, donde varias mujeres podrán sentirse cómodas experimentando y haciendo florecer su creatividad. Es así como, a través del ritual de ponernos ropa interior, podemos salir de nuestra zona de confort, escapar de la rutina y tener experiencias placenteras. A decir verdad, toda la ropa se puede pensar de esta manera, pero la ropa interior tiene la cualidad de cercanía al cuerpo y a la sexualidad. De acuerdo con el blog británico Fashion is Psychology, las arandelas y los llamativos tirantes de la lencería pretenden ejemplificar el cuerpo que hay debajo, invitando a la imaginación y al deseo. 


Es entonces como la ropa interior o lencería, en otras palabras, funciona como una extensión de sí. Por medio de esta, podemos sentirnos cómodas, invencibles y/o sexys y, eventualmente, ¡recurrir al wearapy para mejorar nuestro estado de ánimo!